Sin duda, el seguro de viaje fue uno de los productos aseguradores más afectados por la pandemia. Por un lado, se hundió la contratación de nuevos seguros y se incrementaron de forma significativa los siniestros médicos graves y complicados de gestionar, así como los ratios de siniestralidad de la garantía de gastos de anulación justo al iniciarse los primeros casos de COVID a nivel global.
Por último, como ya he comentado en diversas ocasiones, se modificaron los sistemas de gestión de los siniestros, estando desde ese momento mucho más cerca del cliente final. En la actualidad, nos encontramos en un escenario muy distinto.
Los niveles de contratación han alcanzado niveles casi prepandemia; los clientes de cualquier edad valoran tener un seguro en sus viajes internacionales, y las aseguradoras especializadas recogen los frutos de todos los esfuerzos realizados en estos últimos años, tanto al incorporar nuevos servicios y coberturas como en la gestión de los siniestros.
Bien es cierto que las tasas de inflación, que inciden en la menor renta disponible de los consumidores y en el aumento de los precios de vuelos y hoteles, provocan que la recuperación del seguro de viaje no sea absolutamente plena.
Por otro lado, desde el punto de vista de la oferta, el interminable aumento de los costes sanitarios internacionales obliga a las aseguradoras a renegociar permanentemente sus acuerdos de redes y, en definitiva, a vigilar los costes medios por siniestro.
De todas formas, el futuro es prometedor. Solo con que se cumpla una parte significativa de las proyecciones de evolución del turismo internacional para los próximos 20 años, realizadas antes de la pandemia, el sector asegurador tiene por delante años de crecimiento sostenido. No solo por la venta de seguros de viaje stand alone, sino también por la continua incorporación de estas garantías y de las mejoras en capitales y servicios en los seguros de salud, decesos, accidentes y en general en los ramos personales.
Ahora bien, algunos retos también tendremos que solventar con éxito. Uno de los más trascendentes será cómo esta tipología de seguro se adapta a los nuevos aires de sostenibilidad que empiezan a incorporarse en los viajes de ocio y de empresa.
Creo que de alguna forma tendremos que reflejar en nuestros productos el esfuerzo de los clientes que decidan viajar de una manera más sostenible. Por otro lado, también tendremos que incorporar en los seguros de business travel los periodos de ocio que cada vez más están presentes en los viajes por cuenta de la empresa. Sin olvidarnos de la necesaria adaptación de nuestras coberturas a los colectivos que se desplazan a regiones con conflictos armados.
Y, por último, ante el importante volumen de personas que entrarán en edades de jubilación y con suficientes ingresos para viajar, tendremos que estudiar con mucho detenimiento la cuestión de las contrataciones con preexistencias.
En definitiva, un nuevo periodo de crecimiento, retos y posibilidades para el seguro de viaje.